La tecnología LED, por sí sola, no soluciona el problema

El Gobierno ha anunciado, dentro del plan de ahorro energético aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 4 de marzo, que piensa cambiar de aquí a cinco años las lámparas de las vías públicas por otras de bajo consumo. Pero, ¿es el alumbrado LED (diodo de emisión de luz) la solución global? En principio, los expertos de la Universidad Complutense de Madrid creen que no.

Estas bombillas tienen algunas ventajas, como su inmediata respuesta (tardan menos de un segundo en iluminar, frente a los más de diez minutos que necesitan las actuales lámparas de vapor de sodio), o su vida útil, cinco veces superior a la de las bombillas que ahora se utilizan. Sin embargo, las luces con tecnología LED tienen una eficiencia energética ligeramente menor que las de vapor de sodio. El LED reduciría el consumo, pero también la potencia. Es decir: si únicamente se cambia la bombilla, habría menos contaminación lumínica, pero porque la normativa actual no permite el derroche. Sin embargo, eso no significaría que se estuviera alumbrando mejor. De hecho, para conseguir la misma iluminación con una lámpara LED que con las bombillas actuales, sería necesario un mayor consumo de energía.

Está bien cuidar la biodiversidad y el medio ambiente. Las lámparas led son una solución para ahorrar energía y también para reducir la contaminación lumínica y ambiental. Pero esto último no se logra cambiando una bombilla por otra. Esto se consigue cambiando la mayoría de las farolas actuales por otras que sólo dirijan la luz al suelo, ponerles LÁMPARAS LED de color amarillo y no blanco, y si tienen mecanismos de eficiencia (como sensores de presencia, etc), pues mucho mejor. Esa sería la instalación perfecta. Cambiar una lámpara por otra es sólo una intervención insuficiente que reduce un poco el gasto y la contaminación lumínica. Si queremos eso, sólo para salir del paso, adelante. Pero eso no es hacer las cosas bien. Se puede tener la misma cantidad de luz que tenemos ahora, utilizando estas lámparas, con farolas nuevas, sensores, ahorrando energía, ahorrando dinero, contaminando menos y perjudicando menos al medio ambiente. Pero para eso hay que planificar y educar a la sociedad. Pero es ahora, y no luego cuando la naturaleza demanda ese cambio. Nos imaginamos un futuro de coches eléctricos, de baterías de máximo rendimiento, paneles solares, brillo con tecnología de fotocélula y del reciclado como gobernador. El mundo del petróleo se esta desmoronando, queremos que la guerra del oro negro sea historia, pero ¿quién dará el primer paso? Sólo se necesita de un buen diseño por técnicos cualificados. Son artefactos más eficientes, rápidos, ecológicos, potentes, lujosos, económicos, y, crean mucho, mucho empleo. Soy de las que piensa que la palabra mueve masas, sin embargo que difícil es plantarle cara al mundo, moverse de ese estado de aletargamiento que nos caracteriza a los ciudadanos de hoy en día. ¿nos moveremos algún día y daremos la cara por nuestro planeta y por nosotros mismos? ¿seremos capaces de dejar los intereses capitalistas a un lado y hacer realidad aquello por lo que luchamos? Aún tengo la esperanza de que despertemos, de que nos paremos a analizar lo que hemos conseguido derrochando y malgastando los recursos que se os ofrecían. Hay mil y un maneras de solventar la mayoría de los terribles destrozos causados, todos lo sabemos, hemos hablado, hemos oído, hemos leído sobre el mismo tema innumerables veces. ¿de qué nos sirve tanta información? Invito a una reflexión sobre nuestros hábitos, y si podemos hacer algo más por salvar al mundo que nos acoge, ese que nosotros hemos destruido antes.

ALEJANDRA BOIX (3ª evaluación)